La Socialización
Texto de Anton Pannekoek
Traducido del inglés por Roi Ferreiro para el CICA, última revisión julio del 2005
Publicado originalmente en alemán como «Die Sozialisierung» en Die Internationale, vol.I, nº 13-14, Septiembre de 1919. La traducción francesa fue publicada en Le Phare, nº 7, Marzo del 1920. Se traduce de la versión inglesa publicada por el Archivo Marxista en Internet.
Anton Pannekoek es uno de los mejores teóricos del socialismo internacional. Él pertenece al Partido Comunista Holandés. Estamos publicando una traducción de uno de sus más recientes y tópicos artículos que aparecieron en alemán en el periódico marxista Die Internationale, fundado por Rosa Luxembourg y Franz Mehring. Habiendo recibido, en su momento, los planes para la socialización de Bauer y los socialistas austríacos, la admiración entusiasta de las esferas dirigentes del movimiento socialista francés, nosotros consideramos útil publicar la crítica penetrante que Pannekoek hizo de ellos. (Introducción de Le Phare)
I
En los primeros meses que siguieron a la revolución alemana de noviembre de 1918 es donde surge el grito de «¡Socialización!». Era una expresión de la voluntad de las masas de dar a la revolución un contenido social y que no quedase solamente en un cambio de personas o una mera transformación del sistema político. Kautsky advirtió contra una socialización demasiado rápida para la que la sociedad no estaba lista todavía. Los mineros propusieron la socialización como una reivindicación en su huelga –como habían hecho recientemente los mineros ingleses–. Fue formada una comisión de investigación sobre la socialización, pero la influencia secreta y el gobierno sabotearon sus decisiones. Para la mayoría el gobierno socialista, la socialización es sólo una frase, un medio para desencaminar a los obreros; todos sabemos que ya ha abandonado los fines y los principios anteriores del socialismo. Pero los Independientes seguían siendo fieles guardianes de la doctrina socialista anterior; ellos creen siceramente en ella con respecto al programa de socialización. Así, es interesante estudiar este programa con el propósito de caracterizar esa tendencia radical que existe dentro de la socialdemocracia de todos los países, junto a los socialistas gubernamentales o contra ellos.
Cuando los obreros reivindican la socialización, piensan indudablemente en el socialismo, en una sociedad socialista y en la supresión de la explotación capitalista. Nosotros veremos si tiene el mismo significado para los dirigentes socialistas actuales. Marx nunca habló de socialización; habló de la expropiación de los expropiadores. De las dos transformaciones principales provocadas dentro de la producción por el socialismo, la supresión de la explotación y la organización del sistema económico, la primera es la principal y la más importante para el proletariado. Se podría concebir una organización de la producción sobre una base capitalista; conduciría entonces al socialismo de Estado, a una esclavitud y explotación más completa del proletariado mediante la fuerza centralizada del Estado. La supresión de la explotación con una producción dispersa era el ideal de los viejos cooperativistas y anarquistas, pero donde la supresión de la explotación se logra, como en la Rusia comunista, uno debe tratar inmediatamente con la organización de la producción.
Donde los socialdemócratas lanzan sus consignas generales con objeto de preparar la legislación práctica es donde podemos ver más claramente lo que la socialización significa para ellos. Este fue el caso en Viena, donde los “marxistas”, Renner y Otto Bauer estaban encargados. De una conferencia dada por Bauer el 24 de abril en una asamblea de dirigentes sindicales, podemos extraer los argumentos con los que él buscaba hacer que estos delegados de los obreros abrazasen sus planes. Para socializar completamente la gran industria, declaró, y para quitar a los capitalistas, es necesaria en primer lugar la expropiación. “Nosotros tomamos de ellos sus empresas”, y debe seguirse la organización de la nueva administración. La expropiación no debe hacerse sin compensación, pues luego se estaría obligado a confiscar todo capital, incluyendo los bonos de guerra. Las cajas de ahorro irían a la bancarrota, los pequeños granjeros y empleados perderían sus ahorros y de esto emergerían ciertas dificultades internacionales. De este modo, es “imposible lograr una confiscación honesta de la propiedad capitalista”. Los capitalistas serán, por lo tanto, compensados; un tribunal establecerá la suma de la compensación que “debe fijarse de acuerdo con el valor durable, en el que no deben contarse los beneficios de guerra”. La compensación será pagada en bonos gubernamentales que recibirán del Estado un interés anual del 4%. Ciertamente, él reconoce, en conclusión, que ésta no es todavía una socialización completa, porque el capitalista anterior siempre recibirá el interés de su empresa como una renta. “La supresión gradual de esto es un problema de legislación fiscal, y quizás de la transformación del derecho de herencia”; después de varias generaciones los ingresos no producidos por el trabajo podrán desaparecer completamente.
Para clarificar los principios que forman la base de los planes de socialización de los socialdemócratas, es necesario considerar más de cerca la esencia de la propiedad capitalista y de la expropiación económica.
II
El dinero, como el capital, tiene la habilidad de multiplicarse continuamente a través de la plusvalía. Cualquiera que transforme su dinero en capital y lo coloque en la producción recibe su porción de la plusvalía total producida por el proletariado mundial. La fuente de la plusvalía es la explotación del proletariado; a la fuerza de trabajo se le paga menos del valor que produce. El dinero y la propiedad, de este modo, no sólo adquieren un nuevo significado dentro del régimen capitalista, sino que también se convierten en una nueva norma.
En el mundo pequeñoburgués, el dinero es la medida del valor del tiempo de trabajo necesario para la fabricación de un producto. Como el capital, el dinero es la medida de la plusvalía, del beneficio que puede realizarse por medio de la producción. Aunque no cueste ningún trabajo, uno pagará por una parcela de tierra el precio que corresponde a la renta del suelo capitalizada. Ocurre lo mismo con una gran compañía. Si su formación cuesta, digamos 100.000 francos (cien acciones de mil francos por persona), y se realiza un retorno del 10%, una parte no se venderá por 1000 francos, sino aproximadamente por 2000 francos, porque 2000 francos al 5% proporciona el mismo ingreso, y el valor capitalista de la empresa entera es entonces de 200.000 francos, aunque sólo costase 100.000 francos. Sabemos que, en la formación de nuevas compañías, los bancos ponen esta diferencia en sus bolsillos por adelantado, como “ganancia de fundadores“, mientras la lanzan al mercado (en el ejemplo citado) por el valor en acciones de 200.000 francos. Por otro lado, si la ganancia de esta compañía cae aún más –por ejemplo, por la competición victoriosa de corporaciones mucho más grandes– hasta que no puede ya producir más de un 1% de dividendo, su valor capitalista cae a 20.000 francos.
Si el beneficio –una abstracción hecha en la esperanza de la prosperidad futura, que puede deducirse por adelantado para una cierta suma– desaparece completamente, el valor capitalista de la empresa cae a cero, y sólo el valor material del inventario puede ser realizado todavía. Así, la propiedad capitalista significa no el derecho de disponer de objetos, sino el derecho a un ingreso sin trabajo, a una plusvalía. Su forma es la acción, el papel en que está escrito este derecho. La compañía y la fábrica son sólo el instrumento a través del cual se produce plusvalía; la propiedad misma es el derecho a la plusvalía. La supresión de la explotación, la supresión de este derecho, es por consiguiente la supresión del valor capitalista, la confiscación del capital.
Podemos entender del modo siguiente el método de Otto Bauer: se trata de mezclar en la misma pota este capital y los reducidos ahorros de los pequeños ahorradores –quienes piensan principalmente en salvaguardar su propiedad y no en recibir un ingreso sin trabajo– para hacer temblar a los funcionarios sindicales, a través de la identificación frente a un ataque contra la explotación. La supresión de la propiedad capitalista y la supresión de la explotación no son, por lo tanto, causa y efecto, medio y fin, sino una y la misma cosa. La propiedad capitalista sólo existe a través de la explotación, su valor está fijado por la plusvalía. Si la plusvalía desaparece de algún modo no especificado, si el obrero recibe el producto completo de su trabajo, la propiedad capitalista desaparecerá al mismo tiempo. Si el proletariado mejora tanto sus condiciones de trabajo que las compañías ya no proporcionan una ganancia sobre el capital, su valor capitalista caerá a cero; las fábricas pueden ser útiles para la sociedad, pero habrán perdido su valor para los capitalistas. El dinero pierde entonces la habilidad de producir más dinero, más plusvalor, porque los obreros ya no permiten que se les explote. Ésta es la expropiación que Marx contemplaba. La propiedad capitalista será suprimida porque el capital carecerá de valor, de ganancia. Esta expropiación económica a través de cual la propiedad pierde su valor y es consecuentemente destruída, aunque el derecho de libre disposición permanezca, es lo opuesto a la expropiación legal aplicada a menudo en el mundo capitalista, por medio de la cual el derecho de libre disposición es anulado mientras que se permite a la propiedad permanecer a través de la compensación.
No hace falta decir que las expropiaciones legales también ocurrirán en la transición al socialismo. El poder político del proletariado tomará todas las medidas que sean útiles para la supresión de la explotación. No se satisfará sólo con limitar el derecho de los antiguos patronos a la libre explotación, a través de la regularización de los salarios, horas de trabajo y precios; lo suprimirá completamente. La base económica de estas medidas es asentada por la que las precede; no se trata de la confiscación de toda la propiedad, como piensa el pequeñoburgués asustado, sino de la supresión de cualquier derecho a la plusvalía, a un ingreso no producido por el trabajo. Esta es la expresión legal del hecho político de que el proletariado es el amo y de que ya no permitirá que le exploten.
III
La socialización, según la receta de Bauer, es la expropiación legal sin expropiación económica, es lo que cualquier gobierno burgués puede proponer. El valor capitalista de las empresas se pagará a los patronos en compensación, y de aquí en adelante recibirán como interés sobre bonos lo que anteriormente recibían como ganancia. La alusión a que no se tendrán en cuenta los beneficios de guerra demuestra que la ganancia normal se tomará como la norma. Esta socialización reemplaza el capitalismo privado por el capitalismo del Estado; el Estado asume la tarea de extraer ganancias de los obreros y dárselas a los capitalistas. Para los obreros poco cambiará, tendrán que crear igual que antes un ingreso sin trabajo para los capitalistas. La explotación permanece exactamente como antes.
Si tal propuesta se hubiera hecho en tiempos de prosperidad capitalista, habría sido aceptable para el proletariado; siendo fija la porción de la plusvalía momentánea retornada como capital, cualquier nuevo incremento en la productividad por medio de la organización y el progreso técnico beneficiaría al proletariado. Pero la burguesía no lo consideró entonces porque exigía estas ventajas para sí misma. Ahora las condiciones son diferentes, la plusvalía está en peligro. El caos económico, la pérdida de mercados y de materias primas, el pesado tributo debido al capital de las potencias de la Entente [las indemnizaciones de guerra – Nota del traductor], nos permite prever una reducción de la ganancia capitalista. La revuelta de las masas obreras y el comienzo de la revolución proletaria, que pondrá en cuestión toda explotación, solamente se suma a esta situación.
La socialización viene ahora en el momento correcto para asegurar al capital su ganancia bajo la forma de interés del Estado. Un gobierno comunista, como el de Rusia, asegura inmediatamente los resultados del nuevo poder proletario y la libertad negándole al capital cualquier derecho de explotación. Un gobierno socialdemócrata asegura la vieja esclavitud proletaria perpetuando el viejo tributo que paga al capital en el mismo momento en que tiene que desaparecer. La socialización no es nada más que la expresión legal del hecho político de que el proletariado sólo es el amo nominalmente y está listo para dejarse, silenciosamente, seguir siendo explotado. Así como el gobierno “socialista” es sólo la continuación de la vieja dominación burguesa bajo el estandarte socialista, la “socialización” es sólo la continuación de la vieja explotación burguesa bajo el estandarte socialista.
Si la gente se pregunta cómo pueden políticos inteligentes y anteriores marxistas llegar a pensar de este modo, el bien sabido carácter político de esta tendencia, que ha tomado forma en el Partido Socialista Independiente, nos da la respuesta. Era radical en el nombre y sirvió de boquilla a la lucha de clase; pero temía cualquier lucha poderosa. Ésto ya se daba antes de la guerra, cuando el “centro marxista”, Kautsky, Haase y sus amigos, se opusieron al ala radical de izquierda. Actualmente es lo mismo. Anhelan traer el socialismo a los obreros, no obstante temen la lucha contra la burguesía. Perciben muy bien que una genuina supresión de toda la ganancia capitalista, una confiscación del capital como la que se consiguió en Rusia, involucraría a la burguesía en una lucha violenta, pues esto pondría en cuestión su existencia, su vida o su muerte como clase. Consideran al proletariado demasiado débil y, por consiguiente, buscan lograr el fin a través de desvíos, mientras lo entregan apetitoso a la burguesía.
Políticamente, los planes para la socialización son un intento de dirigir al proletariado al objetivo socialista sin tocarle a la burguesía en ningún nervio vital, sin provocar su violenta ira, evitando así por este medio la lucha de clases violenta. La intención sería laudable si fuese factible. Pero si consideramos todo lo que sería necesario para el tributo capitalista: el interés debido a los anteriores propietarios capitalistas de los medios de producción, el interés debido por los préstamos de guerra, el tributo debido al capital de las potencias de la Entente, podemos ver que no puede ser realizado en absoluto, ni incluso mediante un trabajo más intensivo y una vida más pobre para el proletariado.
Con la actual destrucción de la vida económica y de la fuerza corporal de las masas, la supresión inmediata de todo parasitismo es una necesidad urgente para la reconstrucción de la sociedad. Pero, aún si desatendemos este especial estado de miseria y no consideramos la socialización como una medida inicial de la revolución proletaria, o como el primer paso hacia el socialismo, su imposibilidad se vuelve clara en tanto el proletariado todavía no haya adquirido toda su fuerza. Cuando los obreros despierten y se alzen hacia la libertad y la independencia, pondrán al frente las demandas de mejora de sus vidas y condiciones de trabajo. Estas mejoras disminuirán inmediatamente las ganancias. El Estado socialista puede ser capaz de llamarles a trabajar con una intensidad creciente, pero ocurrirá lo opuesto.
Cuando la obligación capitalista ya no impera con un puño de hierro, la tensión inhumana de la espantosa explotación se relajará, el trabajo decaerá y se hará más humano. La relación y la ganancia de las empresas se derrumbarán. Sin la socialización, los capitalistas privados sufrirían las pérdidas, pero con el Estado teniendo ahora que pagarles el interés precedente, es el Estado socialista el que, a pesar del inicio de la revolución de los trabajadores, le asegura su beneficio, y el que sufrirá las pérdidas. Le quedará una opción: oponerse a las demandas, suprimir las huelgas y convertirse en un gobierno violento en nombre del capital y contra el proletariado, o si no caer en una inevitable bancarrota estatal. Entonces, la burguesía gritará en alto su triunfo una vez más, pues la imposibilidad de “socializar” se habrá demostrado en la práctica.
Éste será el resultado del astuto esfuerzo por llevar a algún tipo de socialismo mientras se evita la lucha de clases. Una socialización que quiere pasar sin las ganancias de la burguesía no puede ser una via hacia el socialismo. No hay otra manera que suprimir la explotación y, para ese fin, llevar a cabo una lucha de clase implacable.
Digitalizado a formato Word por el Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques