Materialismo y materialismo histórico

Texto de Anton Pannekoek

Prólogo del traductor al español

En este texto de Anton Pannekoek se repasan los orígenes históricos del materialismo marxiano y su diferencia con el idealismo y el materialismo filosóficos. El autor formó parte de la corriente del comunismo de consejos, que tuvo su origen en la izquierda comunista germano-holandesa. Pannekoek nunca dejó de reconocerse marxista, siempre defendió lo que él en cada momento consideró el legado revolucionario de Marx y Engels tanto cuando formaba parte de la socialdemocracia alemana como cuando se vio enfrentado a los bolcheviques y su III Internacional por lo que en primera instancia consideró una política oportunista.

La contribución principal del comunismo de consejos es su crítica radical a los métodos partidarios y sindicales a partir de su concepción histórico-materialista del comunismo como la autonomía de l@s proletari@s. La autoactividad de l@s proletari@s ya había sido un factor expuesto por Marx, pero el trabajo teórico de Marx no se vio principalmente orientado a las formas de práctica y de organización del proletariado y al desarrollo de su conciencia, ya que él pensó que las tareas teóricas más importantes eran otras (por ejemplo, la identificación de las leyes del movimiento económico de la sociedad burguesa).

La socialdemocracia, que surge en Alemania bajo la guía de Marx y Engels, basó su praxis en la actividad parlamentaria y sindicalista, fue un partido político obrero dirigido por intelectuales bajo un programa “marxista”. El leninismo, ala radical de la socialdemocracia rusa, incorporó a la teoría del partido socialdemócrata-kautskysta rasgos jacobinos (centralismo, disciplina de hierro, revolucionarios profesionales, etc.). En cambio el comunismo de consejos, surgido de la socialdemocracia y la revolución alemana, recuperó aquello de “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de ellos mismos” y superó a la política de jefe, pues la vio como un obstáculo para la autoactividad de l@s proletari@s y su emancipación. Además, aportó a la teoría revolucionaria un nuevo criterio de lucha creado por la misma clase obrera alemana: la organización unitaria, el fin de la división de la lucha económica y la lucha política, del binomio sindicato/partido, y su reemplazo por la organización de fábrica, la unión obrera, los consejos obreros.

Los consejistas clásicos también hicieron una defensa de lo que ellos veían como “el verdadero marxismo”, libre de los resquicios ideológicos semi-burgueses de la socialdemocracia y el bolchevismo. Esta defensa del marxismo mediante una crítica al marxismo-leninismo o afines puede verse en escritos de Pannekoek como “Lenin filósofo” o en “La inevitabilidad del comunismo” de Paul Mattick. Pero los consejistas, quizás por su origen en la socialdemocracia, no encararon una crítica radical del pensamiento marxiano – ni tampoco de la praxis política de Marx y Engels.

En este escrito, por ejemplo, cuando dice “Marx y Engels, gracias a su cuidadoso estudio de las realidades sociales, llegaron a la conclusión que la revolución proletaria que le pisaba los talones a la revolución burguesa traería la verdadera liberación de la humanidad”, a Pannekoek le faltó decir que Marx y Engels se equivocaron en predecir la inmediatez de la revolución proletaria (sobre todo en Alemania) como continuación y superación de la revolución burguesa. Pannekoek tampoco menciona que las directrices que Marx y Engels dan a la clase obrera en el Manifiesto se basaban en una concepción todavía semi-jacobina de la revolución que enfatizaba la toma del poder del Estado y la estatalización de la economía. Aunque la posición de Marx sobre el Estado tenía un componente libertario desde sus principios y éste fue desarrollándose más acabadamente con el tiempo (y esto se nota en La guerra civil en Francia en el prefacio a la edición alemana de 1872 del Manifiesto incorporando las conclusiones extraídas de la Comuna de París), la mención acrítica del Manifiesto Comunista sigue contribuyendo a una identificación entre marxismo y socialdemocracia. Si bien una propuesta de estatización de la economía tenía un sentido completamente diferente en el capitalismo liberal de la pequeña y mediana empresa que hoy, en mi opinión Pannekoek debió realizar algún señalamiento al respecto, sobre todo teniendo en cuenta que una parte importante del trabajo teórico de los consejistas fue su crítica a la concepción socialdemócrata del socialismo como capitalismo de Estado.

La actualización del materialismo histórico requiere no una crítica hacia las personas de Marx y Engels pero sí la eliminación y superación de todo rasgo ideológico burgués o semi-burgués en sus teorías. La teoría del comunismo de consejos que Pannekoek mismo ayudó a elaborar ofrece un marxismo libre de la teoría semiburguesa del “partido revolucionario”, un marxismo superador al de la socialdemocracia y el bolchevismo, incluso superador al de Marx y Engels, ya que incorpora conclusiones extraídas de experiencias que Marx y Engels no vivieron. Hoy vemos que desde la época de los consejistas clásicos la historia ha confirmado muchísimas veces el carácter recuperador de la izquierda y del sindicalismo revolucionario, el carácter capitalista de Estado de todo régimen resultante de la toma del poder por un partido/ejército revolucionario (China, Cuba) y el antagonismo existente entre la autonomía proletaria y las formas de lucha partidarias y sindicales. El comunismo de consejos, por lo tanto, constituye una buena base para actualizar hoy en día el pensamiento revolucionario.

 Ricardo Fuego 17.05.2006

I

La evolución del marxismo hasta nuestros días sólo puede ser entendida en conexión con los acontecimientos políticos y sociales del periodo en el cual surgió. Con la venida del capitalismo en Alemania se desarrolló simultáneamente una oposición creciente al existente absolutismo aristocrático. La clase burguesa en ascenso necesitaba libertad de mercado y de comercio, una legislación favorable, un gobierno que simpatizara con sus intereses, libertad de prensa y de reunión para luchar sin ataduras por sus necesidades y deseos. Pero en vez de eso la burguesía se encontró confrontada con un régimen hostil, una policía omnipotente, y una censura de prensa que suprimía toda crítica hacia el gobierno reaccionario. La lucha entre estas fuerzas, que llevó a la revolución de 1848, fue primeramente conducida a nivel teórico, como una lucha de ideas y una crítica de la ideología prevaleciente. La crítica de la joven intelligentsia burguesa fue dirigida principalmente contra la religión y la filosofía hegeliana.

La filosofía hegeliana en la cual el autodesarrollo de la Idea Absoluta crea al mundo y entonces, a medida que el mundo se desarrolla, entra en la conciencia de los hombres, era el disfraz filosófico apropiado para la cristiandad de la Restauración de 1815. La religión, pasada a través de las generaciones, servía – como siempre – como base teórica y justificación para la perpetuación de las viejas relaciones de clase. Como todavía era imposible una lucha política abierta, el combate contra la oligarquía feudal tenía que ser conducido en una forma velada, como un ataque a la religión. Esta fue la tarea de un grupo de jóvenes intelectuales de 1840 entre los que Marx creció y alcanzó una posición de liderazgo.

Mientras aun era un estudiante Marx se sometió, aunque de mala gana, a la fuerza del método hegeliano de pensamiento y lo hizo suyo. El que haya elegido para su disertación doctoral la comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua Grecia, Demócrito y Epícuro, parece indicar, sin embargo, que en las profundidades de su conciencia Marx se inclinaba al materialismo. Poco después fue llamado a asumir la dirección de un nuevo periódico fundado por la burguesía renana opositora en Cologne. Aquí se vio inmerso en los problemas prácticos de las luchas políticas y sociales. Tan bien condujo la pelea que luego de un año de publicación el periódico fue prohibido por el Estado. Fue durante este periodo que Feuerbach pasó finalmente al materialismo. Feuerbach dejó a un lado el sistema fantástico de Hegel, se volvió hacia las simples experiencias de la vida cotidiana, y llegó a la conclusión de que la religión era un producto hecho por el hombre. Cuarenta años después Engels todavía hablaba fervientemente del efecto liberador que tuvo la obra de Feuerbach en sus contemporáneos, y del entusiasmo con el que Marx abrazó las nuevas ideas a pesar de algunas reservas críticas. Para Marx esto significó un nuevo giro en la lucha social: del ataque a una imagen celestial al enfrentamiento abierto con las realidades terrenales. En su ensayo Crítica de la filosofía del derecho de Hegel escribió:

“Tanto como a Alemania le concierne, la crítica a la religión está prácticamente completada, y la crítica a la religión es la base de toda crítica… La lucha contra la religión es la lucha contra el mundo cuyo aroma espiritual es la religión… La religión es el gemido de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de condiciones desespiritualizadas. La abolición de la religión como la felicidad ilusoria del pueblo, es la demanda por su felicidad verdadera. La demanda de abandonar las ilusiones sobre sus condiciones es la demanda de abandonar una condición que requiere ilusiones. La crítica a la religion, por lo tanto, contiene potencialmente la crítica del Valle de las Lágrimas cuya aureola es la religión. La crítica ha arrancado las flores imaginarias que adornaban la cadena, no para que el hombre lleve sus grilletes desprovistos de embellecimientos, sino para que abandone la cadena, y corte la flor viviente… De esta manera la crítica del cielo se transforma a sí misma en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho, y la crítica de la teología en la crítica de la política.”

La tarea que enfrentaba a Marx era investigar las realidades de la vida social. Sus estudios acerca de la revolución francesa y del socialismo francés tanto como de la economía inglesa y el movimiento obrero inglés, en colaboración con Engels durante su estadía en París y Bruselas, llevaron a la elaboración de la doctrina conocida como Materialismo Histórico. Encontramos a esta teoría expuesta como doctrina del desarrollo social mediante la lucha de clases en “Miseria de la filosofía” (en francés, 1846), el “Manifiesto Comunista” (1847), y en el prefacio de la “Contribución a la Crítica de la Economía Política” (1859).

Los mismos Marx y Engels se referían a este sistema de pensamiento como materialismo en oposición al idealismo de Hegel y los neo-hegelianos. ¿Qué entienden ellos por materialismo? Engels, discutiendo los problemas teóricos fundamentales del materialismo histórico en su Anti-Duhring y en su obra sobre Feuerbach, afirma en la última:

“La gran cuestión básica de toda la filosofía, especialmente de la filosofía moderna, es aquel que concierne a la relación entre pensamiento y ser… Aquellos que afirman la primacía del espíritu sobre la naturaleza y por lo tanto que éste, en última instancia, asumió la creación del mundo de una forma o de otra – conforman el campo del idealismo. Los otros, que veían lo primario en la naturaleza, pertenecen a las varias escuelas del materialismo.”

Para Marx y Engels no sólo era una verdad evidente que la mente humana está vinculada al cerebro, sino que además el hombre con su cerebro y su mente es una parte y una parcela del resto del reino animal y el mundo inorgánico. Esta concepción es común a todas las “escuelas del materialismo”. Lo que distingue al materialismo marxista de otras escuelas debe ser aprendido de sus diversos trabajos polémicos que tratan sobre cuestiones prácticas de política y sociedad. Para Marx el pensamiento materialista era un método de trabajo. En sus escritos él no se ocupa de la filosofía ni formula al materialismo como un sistema filosófico; él lo utiliza como un método para el estudio del mundo y de esta manera demuestra su validez. En el ensayo citado arriba, por ejemplo, Marx no demuele la filosofía hegeliana del derecho mediante disputas filosóficas, sino a través de una crítica aniquiladora de las condiciones reales existentes en Alemania.

El método materialista reemplaza a la sofistería y la disputa filosófica alrededor de conceptos abstractos con el estudio del mundo material real. Feuerbach precedió a Marx en este punto ya que fue el primero en decir que las ideas y conceptos religiosos se derivan de condiciones materiales. Tomemos algunos ejemplos para aclarar este punto. La afirmación “El hombre propone, y Dios dispone” es interpretada por el teólogo desde el punto de vista de la omnipotencia de Dios. El materialista, por otro lado, busca la causa de la discrepancia entre expectativas y resultados y la encuentra en los efectos sociales del intercambio y la competencia mercantil. El político debate la deseabilidad del socialismo y la libertad; el materialista pregunta: ¿de qué individuos o clases brotan estas demandas, cuál es su contenido específico, y a qué necesidad social corresponden? El filósofo, en especulaciones abstractas sobre la esencia del tiempo, busca establecer si el tiempo absoluto existe o no. El materialista compara los relojes para ver si puede ser establecido sin reservas que dos fenómenos ocurran simultáneamente, o si se siguen el uno al otro.

Feuerbach también utilizó el método materialista. El vio en el hombre viviente la fuente de todas las ideas y conceptos religiosos. La validez de su materialismo, sin embargo, dependía de su éxito en presentar una clara y comprehensiva interpretación de la religión. Un materialismo que no esclarece el problema es insuficiente y llevará de vuelta al idealismo. Marx afirmó que el mero principio de tomar al hombre viviente como punto de partida para la investigación no es suficiente para llevarla a la claridad. En sus tesis sobre Feuerbach en 1845 él formuló la diferencia esencial entre su método materialista y el de Feuerbach. Citamos:

“Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.” (Tesis 6). “Su cometido consiste en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No advierte que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. En efecto, el que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esta base terrenal consigo misma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es comprender ésta en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción.” (Tesis 4)

En breve, el hombre sólo puede ser entendido como ser social. Del individuo uno debe proceder a la sociedad y disolver las contradicciones sociales de las cuales surgió la religión. El mundo real, esto es, el mundo material y sensorial, donde tienen origen toda ideología y conciencia, es la sociedad humana – con la naturaleza como trasfondo, por supuesto, como la base en la cual descansa la sociedad y de la cual es una parte alterada por el hombre.

Una presentación de estas ideas puede encontrarse en el libro “La Ideología alemana”, escrito en 1845-46. La parte que trata sobre Feuerbach, sin embargo, fue publicada por primera vez en 1925 por Rjazanoff, por entonces director del Instituto Marx-Engels en Moscú. La obra completa no fue publicada hasta 1932. Aquí las tesis sobre Feuerbach son expuestas en mayor longitud. Aunque es aparente que Marx escribió con bastante apuro, sin embargo dio una brillante presentación de todas las ideas esenciales concernientes a la evolución de la sociedad las cuales, después, serían clarificadas en el panfleto de propaganda “El Manifiesto Comunista” y en el prefacio a la “Crítica a la Economía Política”.

La Ideología alemana es dirigida primero contra todas las visiones teóricas que veían en la conciencia creativa y en las ideas desarrolladas a partir de ideas a los únicos factores que determinaban la historia humana. Marx rechaza este punto de vista, “Los fantasmas formados en el cerebro humano,” dice en la página 14, “se encuentran necesariamente sublimados a su proceso vital material y verificable empíricamente vinculado a premisas materiales.” Era esencial hacer énfasis en el mundo real, el mundo material y dado por la experiencia como la fuente de toda ideología. Pero también era necesario criticar las teorías materialistas que culminaban en Feuerbach. Como protesta contra la ideología la vuelta al hombre biológico y a sus necesidades físicas es correcta, pero tomar al individuo como un ser abstracto no ofrece una solución a la cuestión del origen de las ideas religiosas. Feuerbach, en su intento por encontrar una explicación de la religión mediante un regreso al hombre “real” no encontró al hombre real, porque lo buscó en el individuo [abstracto][1], en el ser humano general. Pero desde este enfoque no puede explicarse el mundo de las ideas. Por esto Feuerbach se vio forzado a apoyarse en la ideología del amor humano universal. “En la medida en que Feuerbach es materialista,” dice Marx, “se mantiene al margen de la historia, y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista.” (La Ideología alemana, páginas 37-38).

Lo que Feuerbach no logró fue conseguido por el materialismo histórico de Marx: una explicación del desarrollo de las ideas del hombre a partir del mundo material. El desarrollo histórico de la sociedad es resumido brillantemente en la frase siguiente: “… Los hombres, que desarrollan su producción material y su trato material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento.” (La Ideología alemana, página 14). Conocemos a la realidad sólo a través de la experiencia la cual, como el mundo externo, nos llega a través de nuestros sentidos. Una teoría filosófica del conocimiento será basada entonces en este principio: el mundo material, dado empíricamente, es la realidad que determina el pensamiento.

El problema epistemológico básico siempre fue qué verdad puede ser atribuida al pensamiento. El término “crítica del conomiento”, usado por filósofos profesionales de la “teoría del conocimiento”, implica desde ya un punto de partida de duda. En su segunda y quinta tesis sobre Feuerbach Marx se refiere a este problema y señala nuevamente que la actividad práctica del hombre es el contenido esencial de su vida.

“El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento.” (Tesis 2) … “Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la contemplación sensorial; pero no concibe la sensoriedad como una actividad sensorial humana práctica.” (Tesis 5)

¿Por qué práctica? Porque el hombre en primer lugar debe vivir. Su organismo biológico, sus facultades y sus habilidades y toda su actividad están adaptadas a este fin. Con éstas debe adaptarse a sí mismo y afirmarse a sí mismo en el mundo real, por ejemplo la naturaleza, y como un individuo en sociedad, tanto como su facultad de pensar, la actividad del órgano del pensamiento, el cerebro, y con el pensamiento mismo. El pensar es una característica corporal. En toda fase de la vida el hombre usa su poder de pensamiento para extraer conclusiones de su experiencia en la cual construye sus expectativas y esperanzas y la cual regula su modo de vida y sus acciones. La correctitud de sus conclusiones, una condición para su supervivencia, es determinada por el mismo hecho de su existencia. El pensar es una adaptación a la vida con un propósito, y por lo tanto la verdad puede serle atribuida aunque no la verdad en un sentido absoluto. Sobre la base de sus experiencias, el hombre deriva generalizaciones y leyes en las cuales se basan las expectativas. Esas generalizaciones y leyes son generalmente correctas, como es atestiguado por la supervivencia del hombre. En instancias particulares, sin embargo, pueden derivarse falsas conclusiones que llevan al fracaso y a la destrucción. La vida es un continuo proceso de aprendizaje, adaptación, desarrollo. La sola práctica es la prueba implacable de la correctitud del pensar.

Consideremos esto primeramente en relación con la ciencia natural. Aquí el pensamiento alcanza en la práctica su forma más pura y abstracta. Este es el motivo por el cual los filósofos de la naturaleza aceptan esta forma como el sujeto de sus observaciones y no prestan atención a su similaridad en el pensamiento de cada individuo en su vida cotidiana. Aun asi el pensamiento sobre el estudio de la naturaleza es solamente un campo altamente especializado de todo el proceso de trabajo social. Este proceso de trabajo demanda un conocimiento certero de los fenómenos naturales y su integración en leyes, para ser utilizadas con éxito en el campo de la técnica. La determinación de estas leyes a través de la observación de fenómenos especiales es la tarea de especialistas. En el estudio de la naturaleza es generalmente aceptado que la práctica, en esta instancia experimento, es la prueba de la verdad. Aquí, también, es aceptado que las regularidades observadas, conocidas como “leyes naturales”, son generalmente guías bastante confiables para la práctica humana, y aunque frecuentemente no son del todo correctas y aun decepcionantes, son mejoradas constantemente y reelaboradas a través del progreso de la ciencia. Si a veces el hombre es referido como “el legislador de la naturaleza”, debe agregarse que a menudo la naturaleza no tiene estas leyes en cuenta y convoca al hombre a que haga unas mejores.

La práctica de la vida, sin embargo, comprende mucho más que el estudio científico de la naturaleza. La relación del científico natural con el mundo, a pesar de su experimentación, permanece sensoria-observacional. Para él el mundo es una cosa externa. Pero en la realidad la gente trata con la naturaleza en sus actividades prácticas actuando sobre ella y haciéndola parte de su existencia. A través de su trabajo el hombre no se opone  a la naturaleza como un mundo externo o ajeno. Al contrario, mediante la obra laboriosa de sus manos transforma el mundo exterior de tal manera que la sustancia original de la naturaleza ya no es discernible, y mientras este proceso continúa, el hombre también cambia. De esta manera, el hombre crea su propio mundo: la sociedad humana en la naturaleza cambiada por él. ¿Qué significado tiene, entonces, la pregunta de si su pensamiento lleva a la verdad? El objeto de este pensamiento es el que él mismo produce mediante su actividad física y mental y el cual él controla a través del cerebro. Esta no es una cuestión de verdades parciales tales como, por ejemplo, aquellas de las cuales Engels escribió en su libro sobre Feuerbach que la producción artificial de la tintura natural alizarina probaría la validez de la fórmula química empleada[2]. Esta no es, repito, una cuestión de verdades parciales en el campo específico del conocimiento, donde la consecuencia práctica las afirma o las refuta. Más bien el punto en cuestión aquí es filosófico, o sea, si el pensamiento humano es capaz de abarcar la verdad más profunda y real del mundo. Se entiende fácilmente que el filósofo, en su estudio recluído, que concierne únicamente a conceptos filosóficos abstractos, que son derivados a su vez de conceptos científicos abstractos también formulados afuera de las experiencias de la vida práctica, debería tener sus dudas en las neblinas de este mundo de sombras. Pero para los seres humanos que viven y actúan en el mundo cotidiano real la pregunta no tiene significado. La verdad del pensamiento, dice Marx, no es otra cosa que poder y dominio sobre el mundo real.

Por supuesto que esta afirmación contiene una contradicción: No puede decirse que el pensamiento sea verdadero donde la mente humana no domine al mundo. Siempre y cuando – como Marx afirma en El Capital – los productos de las manos del hombre crezcan más allá de su poder intelectual, el cual él ya no controla y lo confrontan en la forma de producción mercantil y capital como una entidad social independiente, dominando al hombre e incluso amenazando con destruirlo, su actividad mental se someterá al misticismo de un ser sobrenatural y empezará a dudar de su habilidad para distinguir lo verdadero de lo falso. De esta manera, en el curso de muchos siglos el mito de una deidad sobrenatural encubrió las experiencias materialistas cotidianas del hombre. No será hasta que la sociedad haya evolucionado a un punto donde el hombre podrá comprehender todas las fuerzas sociales y habrá aprendido a dominar su medio ambiente – la sociedad comunista, en resumen – que sus ideas estarán en completa armonía con las realidades del mundo. Sólo después de que se haya vuelto clara para el hombre la naturaleza de la producción social como base fundamental de toda la vida y por lo tanto del desarrollo futuro, sólo cuando la mente – aunque sea solamente en forma teórica al principio – realmente domine el mundo, sólo entonces nuestro pensamiento será del todo correcto. Y sólo entonces el materialismo, la ciencia de la sociedad como fue formulada por Marx, ganará un dominio permanente y se convertirá en la única filosofía aplicable. La teoría marxista de la sociedad en principio significa el renovamiento de la filosofía.

Lo que le importaba a Marx, sin embargo, no era la filosofía pura. “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo,” dice en las Tesis sobre Feuerbach. La situación mundial pujaba por acción práctica. Al principio inspirados por la oposición burguesa al absolutismo feudal, más tarde fortalecidos por las nuevas fuerzas que emanaban de la lucha de los proletariados francés e inglés contra la burguesía, Marx y Engels, gracias a su cuidadoso estudio de las realidades sociales, llegaron a la conclusión que la revolución proletaria que le pisaba los talones a la revolución burguesa traería la verdadera liberación de la humanidad. Su actividad fue dedicada a esta revolución, y en el Manifiesto Comunista expusieron las primeras directivas para la lucha de clase obrera.

Desde entonces el marxismo ha estado inseparablemente conectado con la lucha de clase del proletariado. Si preguntamos qué es el marxismo, primero que nada debemos entender que no es todo lo que Marx pensó o escribió. Las visiones de sus primeros años, por ejemplo, son sólo representativas en parte; son fases de desarrollo hacia el marxismo. Mientras que el papel de la lucha de clase proletaria y el objetivo del comunismo ya habían sido expuestos en el Manifiesto Comunista, la teoría de la plusvalía fue desarrollada mucho después. Todas las ideas en desarrollo de Marx son determinadas por la relación social, el carácter de la revolución, el papel del Estado. Y todas estas ideas tienen un contenido diferente en 1848 cuando el proletariado sólo había empezado a desarrollarse que el que tuvieron después o el que tienen hoy. Sin embargo, las contribuciones científicas originales de Marx son de vital importancia. Primero que nada está la teoría del materialismo histórico, que dice que el desarrollo de la sociedad es determinado por sus fuerzas productivas que constituyen un determinado modo de producción, especialmente a través de la fuerza productiva de la lucha de clases. Está la teoría de la determinación de todos los fenómenos políticos e ideológicos y de la vida intelectual en general por las fuerzas y relaciones productivas. Y está la presentación del capitalismo como un fenómeno histórico, el análisis de su estructura mediante la teoría del valor y de la plusvalía, y la explicación de las tendencias evolucionarias del capitalismo a través de la revolución proletaria rumbo al comunismo. Con estas teorías Marx enriqueció permanentemente el conocimiento de la humanidad. Constituyen el sólido fundamento del marxismo. De estas premisas pueden derivarse conclusiones bajo nuevas y modificadas circunstancias. Porque de esta base científica el marxismo es una nueva manera de mirar al pasado y al futuro, al significado de la vida, el mundo y el pensamiento; es una revolución espiritual, una nueva visión del mundo. Sin embargo, como visión de la vida, el marxismo sólo es real a través de la clase que adhiere a él. Los obreros que adoptan esta nueva visión toman conciencia de sí mismos como la clase del futuro, creciendo en número y fuerza y conciencia, luchando por tomar la producción en sus propias manos y volverse amos de su propio destino a través de la revolución. De esta manera el marxismo como la teoría de la revolución proletaria es una realidad, y al mismo tiempo un poder viviente, sólo en la mente y en los corazones del proletariado revolucionario.

Aun asi el marxismo no es una doctrina inflexible o un dogma estéril. La sociedad cambia, el proletariado crece, la ciencia se desarrolla. Nuevas formas y fenómenos surgen en el capitalismo, en la política, en la ciencia, que Marx y Engels no podrían haber previsto ni supuesto. Pero el método de investigación que formaron permanece hasta hoy como una excelente guía y herramienta para el entendimiento y la interpretación de nuevos eventos. El proletariado, incrementado enormemente bajo el capitalismo, se encuentra hoy en el umbral de su revolución y del desarrollo marxista, sólo ahora el marxismo empieza a jugar su rol como un poder viviente en el proletariado. De esta manera el mismo marxismo es una teoría viva que crece con el crecimiento del proletariado y con las tareas y objetivos de la lucha de clases.

Traducido y digitalizado por el Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

Publicado por primera vez en inglés en New Essays, Vol VI No 2 Otoño de 1942

Fuente: John Gray’s Archive.


[1] Agregado por el traductor al español.

[2] Esta fórmula no probó – como creyó Engels – la validez del materialismo contra la “cosa en sí” de Kant. La “cosa en sí” resulta de la incapacidad de la filosofía burguesa para explicar el origen terrenal de la ley moral. La “cosa en sí” por lo tanto no ha sido contradicha y probada falsa por la industria química sino por el materialismo histórico. Fue el último el que permitió a Engels ver la falacia de la “cosa en sí”, aunque ofreciera otros argumentos.