El Grupo de Comunistas Internacionales de Holanda

Texto de Anton Pannekoek

Traducido del inglés por Ricardo Fuego.

Fuente original: Archivo Kurasje, http://www.kurasje.org/arksys/archset.htm

 

 La primera guerra mundial y las consiguientes revoluciones en Rusia y Alemania plantearon nuevos problemas y aportaron profundos cambios a las ideas de los obreros y los socialistas. El Partido Socialdemócrata Alemán[1], la aparentemente poderosa organización lista a conquistar la hegemonía política y por lo tanto a establecer el socialismo, ni bien alcanzó el poder se dedicó a restaurar el capitalismo. En Rusia los obreros habían vencido al zarismo y tomado posesión de las fábricas y la tierra; ahora el capitalismo de Estado los ha llevado a una esclavitud más estricta bajo una nueva clase de amos. Y no sólo el reformismo fue el culpable; las más notables voces del radicalismo inflexible, renombrados como marxistas, tales como Kautsky y Lenin, contribuyeron a este resultado. Claramente debe haber algo malo en la doctrina actual.

 La doctrina actual decía que los obreros instaurarían un gobierno socialista mediante elecciones parlamentarias; entonces estos políticos y representantes tendrían que llevar adelante la tarea esencial de expropiar a los capitalistas, abolir la propiedad privada de los medios de producción, y organizar la producción. El consiguiente sistema de propiedad pública, donde los obreros son asalariados a servicio del Estado, es totalmente distinto de la propiedad común, donde los obreros son los dueños directos de las empresas y regulan el trabajo ellos mismos. En el último caso surge el problema de cómo estas empresas pueden ser combinadas en una organización social debidamente planificada. En fervientes debates, e intensa actividad espiritual, distintos grupos izquierdistas se dividieron de los partidos socialistas y comunistas, e intentaron descubrir qué otras vias de acción podrían llevar a la clase obrera a la libertad.

 Los refugiados políticos en Holanda que habían tomado parte en las luchas de los obreros alemanes de 1920 a 1921, en la rebelión de Ruhr y en la de las plantas Saxonian, habían experimentado el valor de las iniciativas y las capacidades que surgían de las masas cuando éstas enfrentaban la tarea de organizarse a sí mismas, su vida y su lucha. En Holanda, debido a su situación en el medio de influencias inglesas, francesas y alemanas, había penetrado un fundamental entendimiento teórico en amplios grupos de obreros e intelectuales. De la colaboración entre estos surgió un grupo de militantes, llamados “Grupo de Comunistas Internacionales” (G.I.C.), que se dedicó al estudio de la base económica de la nueva sociedad. Sabían muy bien que la revolución de los obreros no traería inmediatamente, como por un milagro, un mundo de abundancia donde todos podrían tomar lo que quisieran. El nuevo orden socialista tenía que ser construido mediante una dura lucha y arduo trabajo de deliberación, por medio de una organización bien diseñada, según reglas de estricta equidad proletaria. Cada forma de sociedad tiene su base material sólida en un sistema económico, un modo de producción y distribución, que determina su estructura y carácter. Ya desde antes de la guerra, pero aun más después de ella, muchos autores se habían ocupado de este problema económico (Kautsky, Hilferding, Neurath, Leichter, Max Weber, Cole etc.), pero todos habían asumido como base la necesidad de un poder central de dirección, un gobierno que impusiera sus regulaciones sobre las distintas unidades de producción. Los escritores anarquistas habían proclamado la autonomía de los distintos talleres; pero dejaban la conexión de éstos en una organización social a la buena voluntad.

 Cuando el G.I.C. estudió el problema principal del socialismo, de cómo combinar la libertad con la organización, percibió que solamente tenían que continuar las líneas del pensamiento expuestas por Marx en pequeñas notas ocasionales, en El Capital y en sus observaciones al programa de Gotha del Partido Socialdemócrata Alemán. Marx no hablaba allí de socialismo de Estado, al que él se opuso ferviertemente, sino de “la asociación de los productores libres e iguales”, dirigiendo su trabajo ellos mismos; él afirmó que en vez del valor y del dinero el “tiempo medio de producción”, medido en horas de trabajo, formaría la base del nuevo sistema económico. Estas ideas que los escritores “marxistas” habían abandonado por completo, fueron objeto de trabajo por los autores del G.I.C. en un importante libro: Principios Fundamentales de Producción y Distribución Comunistas, que apareció en 1930 en alemán y en holandés. Allí se demuestra que mediante la contabilidad en cada empresa, completada por el registro y la contabilidad de los procesos de la producción social, en base a las horas gastadas, los mismos obreros eran capaces de supervisar y dirigir la producción y la distribución ellos mismos. Los cuerpos de delegados, los “consejos obreros” son los instrumentos para la organización de las empresas separadas en una totalidad social. Se demuestró que ésta no era simplemente una forma posible y mejor que el socialismo de Estado, sino que era la única forma posible. No es posible para una burocracia central de funcionarios y expertos determinar todas las necesidades, prescribir todo el trabajo y supervisar todos los procesos en sus detalles; todos los sistemas propuestos conducen a la arbitrariedad en la distribución por una minoría dominante. El auto-gobierno de los productores libres e iguales, por otra parte, podía regular la producción y la distribución sin dificultad, siendo las reglas y las decisiones impuestas por realidades económicas. Las dificultades surgen de la interposición de un poder estatal entre la producción y el consumo. De esta manera las aspiraciones de autodeterminación que surgían en los obreros, del mero sentimiento y del programa político se convirtieron en la encarnación de una necesidad económica. De esta manera se estableció un fundamento científico para la tarea de la auto-liberación de la clase obrera.

 Es lamentable que este libro no fuese accesible para los obreros ingleses (la mayor parte de la edición alemana fue destruida con la ascendencia del nazismo), porque su base práctica podría haber apelado con intensidad a la mentalidad práctica inglesa. Ahora que el capitalismo crece en un poder internacional, y las condiciones de lucha tienden a ser más uniformes en el mundo, los obreros en todos los países deberían invertir más tiempo en un intercambio internacional de experiencias y de ideas.

 De momento este estudio dio un fuerte impulso a la propaganda del pequeño grupo. En su declaración de principios el G.I.C. rechazó las políticas partidarias y el liderazgo sindicalista, y denominó a los consejos obreros como la forma de organización del auto-gobierno. Llamó a los obreros a encarar la lucha por la producción comunista, a tomar en sus propias manos la dirección y la administración de la producción y la distribución según reglas generales, y realizar así la asociación de productores libres e iguales.

 El G.I.C. no se constituyó en un nuevo partido que intentaba conseguir a adherentes; expuso el principio de que en toda acción práctica de lucha verdadera los obreros tienen que actuar – y actuarán – como una unidad sólida, contra la cual las diferencias entre los grupos y los partidos y los sindicatos son vanas. Además de varios folletos, el G.I.C. aportó regularmente “materiales de prensa” puestos a disposición de todos los grupos que quisieran publicarlos, en los cuales se trataban los eventos contemporáneos desde este nuevo punto de vista. Así, en discusión amistosa con otros grupos izquierdistas, oponiéndose intensa y fundamentalmente a los socialistas en el poder y a los partidos comunistas, el G.I.C. difundió sus ideas. En el Raete-korrespondenz (Correspondencia Consejista) de irregular apariencia se trataban asuntos teóricos. En 1938 el G.I.C. publicó en alemán Lenin als Philosoph  (Lenin Filósofo), en donde se demuestra que Lenin, en sus ideas filosóficas básicas, se encontraba en una posición opuesta al marxismo; por la carencia de medios financieros sólo pudo ser publicada en un número limitado de copias. Después de la guerra el G.I.C. se combinó con el grupo Spartacus que en gran parte había ido en la misma dirección; el cual tenía un número de miembros más amplio, pero en la lucha clandestina contra los alemanes había perdido a sus portavoces más prominentes. Ahora publican en conjunto el semanario Spartacus, el único semanario que hace de la lucha de clase inflexible de la clase obrera por la libertad y la maestría de la producción la base y el contenido de toda su propaganda. Un libro sobre De Arbeudersraven (Los Consejos Obreros), exponiendo estas opiniones (que también existe en una versión inglesa en manuscrito) fue publicado por ellos el año pasado.

Traducido y digitalizado a formato Word por Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques


[1] En el original en inglés dice “German Socialista Party”. (Nota del traductor)